lunes, 26 de diciembre de 2011

PROTESTAS JUSTAS

Protestas: la nueva ola
La revista Time considera que el personaje de 2011 son las multitudes que protestaron en África, Europa, Asia y América. “La protesta”, escribe Kurt Andersen en la nota central del semanario, “es la continuación natural de la política por otros medios”.

El año ha visto grandes erupciones colectivas surgidas de la nada. Pero esa marcha de multitudes no es nueva, señala Time. En los años 60 del siglo pasado se manifestaron en Estados Unidos por los derechos civiles y contra la guerra en Vietnam; en los ‘70 se levantaron en Irán y Portugal.

Irán. Un ayatolá, un líder religioso, un anciano, desterrado en París, llamó, mediante una grabadora, a reunirse en la plaza principal de Teherán, la capital, frente al palacio real. Se congregaron dos millones de personas. El monarca, que tenía, gracias a Estados Unidos, el ejército mejor armado de Medio Oriente, ordenó disparar contra los rebeldes. Las balas mataron cien, mil, diez mil, y entonces se produjo lo inesperado: los soldados, al ver correr la sangre y sabedores de que la masa no retrocedía y se iba a vengar, arrojaron las armas y huyeron.

El monarca se dio a la fuga en un avión cargado de dólares y joyas de alto lujo. Robo a gran escala.

En los ‘80, en Estados Unidos y Europa las protestas fueron contra las armas nucleares, contra la ocupación de la orilla occidental y Gaza por Israel, contra el autoritarismo chino en la plaza de Tiananmén (tanques contra estudiantes, miles de muertos). También contra los regímenes de Europa Oriental sostenidos por Moscú. 

Entonces llegó, como recuerda Time, el supuesto fin de la historia, señalado por Francis Fukuyama, en famoso ensayo de 1989 en que afirmaba que había llegado “el punto final de la evolución ideológica”, la cual se coronaba con el triunfo final e inapelable del “liberalismo occidental”.

El pobre Fukuyama se inspiraba en un pronóstico de Hegel, muerto 150 años antes, no sin escribir, en texto final, que no se debía dar representación parlamentaria a la creciente plebe.

El año que termina empezó, puede decirse, en Túnez, en los últimos días de 2010, cuando el joven comerciante Mohamed Bouazizi, de 26 años de edad, a quien la Policía le había arrebatado su carretilla y lo había abofeteado, se prendió fuego y murió. “Mi hijo se quemó por dignidad”, declaró luego la madre.

A partir de allí, las multitudes han derribado dictaduras que parecían invencibles, han desenmascarado mitos neoliberales (“no somos mercancías en manos de políticos y banqueros”, gritaban en Madrid; “queremos Educación, no comercio”, en Chile).

Y Cajamarca puso su marca multitudinaria. Como si hubiera escuchado a don Francisco de Quevedo: “El oro es precioso y darlo en moneda es merced, y dispararlo en bala es muerte”. Que escuchen también los gobernantes y los banqueros.


Cesar Levano

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