jueves, 2 de julio de 2009

desacuerdos en democracia

El orden del desorden

La protesta social es también una forma del orden, una manera del diálogo social y un estilo de la confrontación de desacuerdos políticos en democracia.
En nuestro medio, la protesta social suele ser respuesta ante la indiferencia y el incumplimiento de quienes deben dar soluciones a los problemas pero se atracan en la burocracia o en la corrupción.
Esta respuesta es fruto de desconfianzas mutuas, acusaciones y descalificaciones entre dos partes que frecuentemente pierden de vista la finalidad de la protesta y, con ello, reemplazan las medidas razonables de fuerza eficaces para conseguir sus objetivos.
Esto, por ejemplo, pasó en Bagua el 5 de junio.
En el Perú se han conseguido muchas cosas a través de las protestas sociales, pero la poderosa clase alta, la delgada clase media y la populosa clase baja, siguen en el lugar que siempre ocuparon, han cambiado de lugar algunos miembros, unos han subido y otros han bajado pero la pirámide sigue igual, lo cual es visible a través de los índices de desigualdad social que vergonzosamente luce el Perú.
En el caso de los nativos de la selva, Sinesio López se preguntaba por estos raros extremistas que dialogan con el Premier, negocian, acuerdan y terminan la protesta, algo que las elites económica, social y militar no alcanzan a comprender porque muchos “civilizados están más lejos de ese sector del Perú que de Miami.
Tal vez por eso no comprenden que esos nativos, agricultores, pescadores o mineros, que viven en la pobreza extrema tengan un orden cotidiano que respeta sus autoridades, sin violencia, con pacíficas y estables normas de conducta, que envidiarían las elites computarizadas, pero que cuando otros quieren apoderarse de sus tierras para hacer negocios que los terminarán volviendo más pobres, contaminando el medio ambiente, sus tierras y sus ríos entonces si se defienden con fiereza.
Mirar con franqueza los hechos de Bagua obliga a cuestionar el manejo que hizo el gobierno de ese episodio pero también a convencerse que es posible un diálogo de buena fe, respetuoso de la diversidad cultural en que vivimos y de los derechos de todos los peruanos.

Carlos Urrutia

Fuente : La Primera

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